sábado, 8 de marzo de 2008

ALGUNOS EFECTOS DEL DIVORCIO EN LA FAMILIA


La disolución de la pareja marca importantes huellas en el desenvolvimiento total de la familia. Los hijos y otros familiares, así como los amigos comunes sufren por la pérdida del vínculo marital.

En los hijos los efectos son dolorosos y las manifestaciones dependen de la edad o momento evolutivo, así como del apego hacia cada progenitor. Los más pequeños pueden enfrentar confusión en el seguimiento de las normas y el reconocimiento de la autoridad, son particularmente sensibles a las tensiones en el clima afectivo de los padres (se enferman, se vuelven desanimados o inquietos). En la niñez media, los hijos pueden presentar comportamientos regresivos (hacen cosas propias de edades más tempranas, como mojar la cama, berrinches, desobediencia, manipulaciones emocionales). Una edad crítica se sitúa entre los 9 y los 11 años (pre-pubertad), porque es un momento clave para identificación sexual y personal. En la adolescencia, pueden volverse rebeldes o apáticos con el entorno, desafiantes, críticos y rencorosos. En la mayoría de los casos, cuando los hijos están dentro del sistema escolar, se observan reducciones importantes en la motivación para los estudios y en el rendimiento académico.

Los casos de niños y adolescentes son los más delicados porque, al ser menores de edad, deben permanecer bajo la tutela de uno de los padres. No es suficiente con que el niño o el adolescente tenga el derecho de decidir con quién quiere vivir; deben reunirse otras condiciones, por ejemplo, el compromiso que tenga el progenitor en hacerse cargo de la tutela, la capacidad económica (por ejemplo, su capacidad para generar ingresos y mantener un empleo), la madurez intelectual y emocional para hacerse cargo, la responsabilidad, entre otras. Por tanto, la tutela se asignaría al progenitor más idóneo, es decir, el que reúna las mejores condiciones.

La pelea legal por la tutela de los hijos también genera desconcierto, rencor y miedo por la pérdida de alguno de los progenitores, lo cual, en muchos casos se hace prácticamente efectivo (muchas veces, la madre se queda con los hijos, el padre se va y no aparece más). Los sentimientos de los hijos suelen ser ambivalentes: enfrentan amor y rencor al mismo tiempo, pueden sentirse culpables por el problema de los padres (lo cual empobrece la estima y la confianza en sí mismos; a veces creen que no merecen el amor de sus padres ni de las demás personas).

Otros familiares, como los padres, abuelos, suegros, cuñados y demás, se ven obligados a decidir entre mantener o disolver lazos y alianzas que habían desarrollado con el miembro de la pareja que se va y con la familia de éste. Podemos decir, entonces, que la disolución de la pareja es también un divorcio entre familias. Muchas veces, se observa deterioro en las redes de apoyo dentro de la familia, especialmente cuando uno de los miembros de la pareja era el principal cuidador de algún familiar enfermo o anciano.

En los próximos blogs, les ofreceré algunos consejos a las parejas que se quieren divorciar y a las personas que están involucradas en la orientación de los hijos y la familia, para ayudarles a llevar el proceso de la mejor manera posible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me resulto de muy buen agrado la descripcion de este articulo.Gracias fue de mucha ayuda

Zulme Lomelli Pérez dijo...

Hola, Yaira. Gracias por tu comentario. Me alegra que te haya servido. Si necesitas otra información al respecto, no dudes en escribirme a psicologa.sos@gmail.com.
Saludos, Zulme Lomelli.