sábado, 22 de marzo de 2008

¿Cómo apoyar a los hijos durante el divorcio?


En primer lugar, es recomendable observar si los comportamientos habituales de los hijos cambian en una forma preocupante durante el proceso de separación o divorcio de los padres; es decir, si estos cambios interfieren con el resto de sus actividades, afectan su salud o dificultan las interacciones con otras personas.

Conviene facilitarles la expresión de sus sentimientos de rabia o tristeza en un ambiente seguro, como por ejemplo, el batirse contra un almohadón, si se trata de niños muy pequeños. También se les puede incentivar para realizar actividades artísticas o deportivas, si son niños más grandes.

Es indispensable prepararlos para los cambios que vendrán, informarles sobre las mudanzas, los nuevos horarios, las rutinas y funciones que cada quien deberá cumplir en lo sucesivo.

Padres y maestros deberán comprender que una caída en el rendimiento académico es previsible, pues muchos factores intervienen en el funcionamiento cognitivo de los niños y adolescentes durante el proceso del divorcio: la concentración se dispersa, la atención se debilita, la memoria se bloquea, entre otros efectos. Por estas razones, es indispensable estar preparados para apoyar a los niños y adolescentes en sus estudios durante las fases del divorcio. En este sentido, sería recomendable disponer de formas de acompañamiento para la realización de las tareas y preparación para los exámenes.

Finalmente, se debe evitar poner a los hijos a favor o en contra de alguno de los padres, y evitar también el “juego del muertito” (hacer como si el otro ya no existiera). Esto conduciría al desarrollo de sentimientos ambiguos hacia los padres, lo cual podría repercutir en los vínculos interpersonales que los hijos puedan tener en edades más avanzadas.

En conclusión, la palabra clave en lo que se refiere a la orientación de los hijos de padres que se divorcian es “acompañamiento”, y esto no sólo consiste en estar con los hijos sino también en ayudarlos en sus actividades mientras la familia vive el proceso de la separación.

martes, 18 de marzo de 2008

¡Quiero divorciarme!, pero ¿cómo lo enfrento?


Muchas veces me piden orientación para que una pareja que quiere divorciarse lo haga en la forma menos traumática posible. Mis consejos son siempre los mismos y se enfocan en mantener la calma y reflexionar acerca de la situación, de manera que la familia y la pareja puedan encontrar una solución bien pensada e informada.

Puede resultar útil conversar con personas que se han divorciado y explorar cómo ellas han vivido todo el proceso.

Vivir un año separados es una recomendación legal, pero no obligatoria. Durante este tiempo cada miembro puede pensar sobre sus sentimientos y la situación de la pareja. Este lapso los prepara también para decidir entre la reconciliación o el divorcio. Aun en los casos de concubinato, la separación es recomendable.

Durante la separación y con el apoyo adecuado, los miembros de la pareja pueden:

¨ Aprender a comunicarse entre ellos mismos, evitando acusaciones y descalificaciones.

¨ Entender los intereses y necesidades de cada uno en la relación, así como prever los efectos de su decisión en los demás miembros de la familia y en el futuro.

¨ Hacer un balance de pérdidas y ganancias con respecto a estar juntos o separados.

¨ Dar nuevos significados a la situación de la pareja y a la función que cada uno cumple dentro de la misma.

¨ Aclarar sus propios sentimientos y su aptitud para “irse o quedarse”.

¨ Tomar una decisión basada en la reflexión y la madurez emocional, en vez de una decisión intempestiva.


Con respecto a las características de la comunicación de la decisión a los hijos, conviene ensayar lo que se les dirá con frases sencillas, evitando los rodeos; intentar la relajación antes de la reunión, procurar un ambiente y momento tranquilos, para poder conversar. Sugiero que ambos padres estén presentes y tengan igual participación en la comunicación, porque los hijos querrán hacer preguntas a cada uno.

Es importante que los padres no usen a los hijos como escudo para defender la permanencia de la relación. También deben evitar buscar aliados entre los hijos; porque ser un aliado para uno significa ser un enemigo para el otro. Los padres deben respetar los sentimientos de los hijos así como lo que cada uno representa para ellos (p.ej.: dejar de repetir los defectos del otro ante el hijo que lo idolatra).

Evitar la influencia de los chismes y aprender a detectar a los consejeros mal intencionados: muchas veces otras personas se presentan como buenos amigos pero, en el fondo, buscan recrearse con la desdicha ajena.

Y a los miembros de la pareja les digo que si éste va a ser su último trabajo en equipo, por favor, ¡háganlo bien!

En la próxima entrega, plantearemos algunas sugerencias para atender a los hijos de parejas que están en el proceso del divorcio.

sábado, 8 de marzo de 2008

ALGUNOS EFECTOS DEL DIVORCIO EN LA FAMILIA


La disolución de la pareja marca importantes huellas en el desenvolvimiento total de la familia. Los hijos y otros familiares, así como los amigos comunes sufren por la pérdida del vínculo marital.

En los hijos los efectos son dolorosos y las manifestaciones dependen de la edad o momento evolutivo, así como del apego hacia cada progenitor. Los más pequeños pueden enfrentar confusión en el seguimiento de las normas y el reconocimiento de la autoridad, son particularmente sensibles a las tensiones en el clima afectivo de los padres (se enferman, se vuelven desanimados o inquietos). En la niñez media, los hijos pueden presentar comportamientos regresivos (hacen cosas propias de edades más tempranas, como mojar la cama, berrinches, desobediencia, manipulaciones emocionales). Una edad crítica se sitúa entre los 9 y los 11 años (pre-pubertad), porque es un momento clave para identificación sexual y personal. En la adolescencia, pueden volverse rebeldes o apáticos con el entorno, desafiantes, críticos y rencorosos. En la mayoría de los casos, cuando los hijos están dentro del sistema escolar, se observan reducciones importantes en la motivación para los estudios y en el rendimiento académico.

Los casos de niños y adolescentes son los más delicados porque, al ser menores de edad, deben permanecer bajo la tutela de uno de los padres. No es suficiente con que el niño o el adolescente tenga el derecho de decidir con quién quiere vivir; deben reunirse otras condiciones, por ejemplo, el compromiso que tenga el progenitor en hacerse cargo de la tutela, la capacidad económica (por ejemplo, su capacidad para generar ingresos y mantener un empleo), la madurez intelectual y emocional para hacerse cargo, la responsabilidad, entre otras. Por tanto, la tutela se asignaría al progenitor más idóneo, es decir, el que reúna las mejores condiciones.

La pelea legal por la tutela de los hijos también genera desconcierto, rencor y miedo por la pérdida de alguno de los progenitores, lo cual, en muchos casos se hace prácticamente efectivo (muchas veces, la madre se queda con los hijos, el padre se va y no aparece más). Los sentimientos de los hijos suelen ser ambivalentes: enfrentan amor y rencor al mismo tiempo, pueden sentirse culpables por el problema de los padres (lo cual empobrece la estima y la confianza en sí mismos; a veces creen que no merecen el amor de sus padres ni de las demás personas).

Otros familiares, como los padres, abuelos, suegros, cuñados y demás, se ven obligados a decidir entre mantener o disolver lazos y alianzas que habían desarrollado con el miembro de la pareja que se va y con la familia de éste. Podemos decir, entonces, que la disolución de la pareja es también un divorcio entre familias. Muchas veces, se observa deterioro en las redes de apoyo dentro de la familia, especialmente cuando uno de los miembros de la pareja era el principal cuidador de algún familiar enfermo o anciano.

En los próximos blogs, les ofreceré algunos consejos a las parejas que se quieren divorciar y a las personas que están involucradas en la orientación de los hijos y la familia, para ayudarles a llevar el proceso de la mejor manera posible.